Nos habían contado que los japoneses eran amables, pasamos cinco días en Tokio y salimos de allá impresionados con la forma que ellos tienen de relacionarse. Que los turcos eran simpáticos, estuvimos 10 días en Turquía y son muchas las historias que lo confirman. Que los colombianos eran buenos anfitriones, bastó una semana, el paso por tres ciudades y un par de buenos amigos para saber que no es solamente “buena fama”.

Habíamos escuchado también que los tailandeses eran alegres y después de estar en sus playas paradisíacas y caminar por las caóticas calles de Bangkok, todavía nos reímos cuando nos acordamos de los “marineros” haciendo chistes en tailandés y riéndose de nosotros, turistas o viajeros, bastante encantados y un poco bobos, a veces.

Pero nadie nos había contado que existía un lugar donde la gente es amable, simpática, anfitriona y alegre, y que a pesar de (o tal vez por eso) su triste historia reciente, hoy le muestran a quien quiera ver que para que nuevas historias despierten, otras precisan dormir.

Ese lugar se llama Sarajevo, capital de Bosnia y Herzegovina. Llegamos medio por acaso, para hacer más corto y más barato el trayecto de Croacia hasta Turquía.

Nada sabíamos a no ser que durante la primera mitad de la década de 90 habían sido bombardeados por Serbia. Bastó bajarnos del avión para ver como esa historia es reciente, casas que conservan las marcas de las bombas (no sabemos si por falta de recursos o por memoria), muchos cementerios, nombres de las personas que murieron grabados en edificios y veredas. Sin embargo, y aunque parezca extraño, se respira un clima extremadamente agradable (a no ser por los 38 grados).

La ciudad tiene poquísima estructura pero mucho movimiento, pocos turistas pero mucha gente. Es el lugar donde vimos más clara la convivencia entre religiones, dividen el mismo espacio sinagogas, mezquitas e iglesias. Las señoras hacen picnic en los parques y los bancos de las plazas tienen quien los ocupe. Los Jóvenes que desde 92 a 95 tenían entre 8 y 11 años y no podían ir a la escuela porque los tiros no los dejaban, hoy usan tacos de 15 cm (hay que estar muy bien de espíritu para tamaña elegancia), andan por las calles riendo alto, y hablan de la guerra como aquel momento que marcó para siempre, pero no sacrificó el resto de sus vidas.

Para un intensivo de “buen vivir”, visitá Sarajevo y hacé el mejor plan turístico que la ciudad puede ofrecer: intercambiá palabras, historias y algún trago con su gente. Y si vas antes del mundial, dejalos que te cuenten que después de muchos años, su selección probablemente estará entre los 32 que van para Brasil 2014, la alegría con la que lo dicen es impagable).

No dejes de:
– Tomar agua fresquita y potable de las fuentes,

– Recordar tus clases de Historia, visitando el puente Latinsjka, en donde en 1914 el archiduque Francisco Fernando fue asesinado dando inició a la primera Guerra Mundial.

– Perderse en su centro histórico, caminando por callecitas de piedra,

– Jugar ajedrez en una de sus plazas,

– Comer cevap, un rico sándwich!

– Visitar el túnel, por donde la gente podía comprar suministros y comunicarse con el mundo en los años de la Guerra

– Ver el atardecer desde la muralla amarilla

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