Hay algunas cárceles que merece la pena visitar, entre otras razones porque ya están vacías. En algunas puedes incluso dormir, pero con la certeza de que saldrás al día siguiente, ¡claro! Esta, sin embargo, es aún más especial. En la Prisión de Brixton, al sur de Londres, funciona desde hace un año (acaba de celebrarse el primer aniversario) un restaurante abierto al público, gestionado y atendido por presos. Comida real y presos reales, una experiencia que va más allá de la gastronomía.

El Restaurante Clink Brixton sigue el Programa de Cinco Pasos de Clink, que ya se ha aplicado con éxito en otros dos establecimientos similares: educar a los presos y dotarles de las habilidades y herramientas necesarias para garantizarles un empleo cuando salgan en libertad. Según dicen los organizadores del programa, ofrecen un entorno laboral real a los presos, y siempre con un servicio de alto nivel en el que participan más de 24 presos cada año. Los presos que participan en el proyecto están en la fase final de su condena. El objetivo es reducir la reincidencia (en 2012 sólo uno de los 88 presos que pasaron por el programa Clink reincidió).

Algunas cosas que debemos saber. El alcohol está prohibido en el local. Y también lo está la levadura que podría usarse para hacer moonshine. Una comida de tres platos con café cuesta unos 30 euros. Hay que reservar en su página web. A partir de ahí, el equipo de seguridad debe aprobar el acceso de los clientes, y comprobar que no tienen ninguna relación (amistad o enemistad) con convictos. Los dispositivos electrónicos deben dejarse en la taquilla: nada de fotos para Instagram. Por último, los cubiertos son de plástico. Más allá de todo esto, el restaurante tiene un aspecto normal, con paredes de pizarra y un ambiente fresco.

 

 

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